Suele pasarse por alto que, además de conocer el mercado y el funcionamiento de la empresa, resolver problemas operativos y humanos conlleva estar cerca de las personas.
Por Mariela García Rojas. 27 mayo, 2021. Publicado en GestiónSerá por eso que es bastante habitual participar de valederas discusiones, con puntos de vista análogos o no, en relación con la resolución de problemas empresariales. El riesgo es enfrentarlos de manera ineficaz, aun con las mejores intenciones y el más honesto afán de contribución. Esto se agrava, a niveles insospechados, cuando en el fondo de aquellas situaciones enrarecidas están en juego no solo los beneficios económicos, el reconocimiento de la marca, la calidad y diferenciación del servicio, sino las personas.
Resulta siempre oportuno recordar, reiteradamente, y todas las veces que haga falta -que suelen ser muchas-, que, de todas las realidades posibles, las más serias que existen son las personas y, en cuanto tales, no pueden ignorarse, más bien exigen ser orientadas, tienen derecho de ser atendidas y es obligación de quienes las dirigen, diseñar experiencias profesionales para fomentar el desarrollo de sus competencias. No es bueno que la gente esté sola, ni dejarla sin afectar su desarrollo más pleno, cuando menos, porque se suele ser mal juez de uno mismo, pero también, porque se les exime de las muchas influencias positivas posibles –aprendizajes-.
Satisfacer las necesidades de los clientes y de los colaboradores, e implementar cursos de acción correctos – no solo acertados en busca de resultados- exige conocerlas.
Pensar que el entorno y/o la buena suerte son perecederas, y pueden suplir el trabajo directivo es irresponsable además de iluso. Los problemas, más tarde o más temprano, se evidenciarán. La falta de foco -enfoque e interés- terminarán por alertar al directivo, a poco que profundice y reflexione en las causas, acerca de su fuente: ojos que no ven corazones que sí sienten y mentes que se paralizan y oxidan.
A pocos pasos, ni siquiera a la vuelta de la esquina, están la insatisfacción, el desaprovechamiento del ingenio, la ausencia de comportamientos proactivos y de compromiso con los objetivos institucionales, pero además la afectación del desarrollo humano de quienes integran la empresa. Lujo, este último, que no pueden permitirse ni el liderazgo ni las organizaciones que operan con esfuerzo en medio de ambientes competitivos y de incertidumbre como los actuales.
Las culturas corporativas que buscan la excelencia y la sostenibilidad, requieren de competencia y de humanismo, ambos ingredientes son prerrequisitos de una acción directiva exigente, pero a la vez cercana. Directivos que conducen con estos faros encendidos lo harán en medio de rutas más tranquilas en cuanto conocidas, menos solitarias, pero especialmente con innumerables horizontes por descubrir y explorar en buena compañía.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.